lunes, 27 de mayo de 2013

Oración a la difunta correa

ORACION A LA DIFUNTA CORREA

 
ORACION A LA DIFUNTA CORREA
Humilde y bienaventurada "Madrecita"protectora de la vida y del cuerpo,de rodillas, los promesantes del mundo,te imploran sus esperanzados ruegos.Protégelos, haz que tus manos milagrosas,arranquen de cuajo el voraz infierno,que carcomen sin piedad nuestras entrañas,de nuestro débil y enfermizo cuerpo.No olvides Madre a tus fieles siervos, pide,al Señor su gracia y salva tus enfermos,que elevan sus plegarias a viva voz,para que les escuches, sus oraciones y ruegos.Dios infinito en las alturas,Jesús en nuestro interior,María Auxiliadora en el alma,La Difunta Correa en el corazón.
Pidele lo que necesites, ella cumplira , a cambio prometele tu devoción infinitamente.

Historia de la difunta correa

Difunta Correa

 

 
Estatua de la Difunta Correa, ubicada en el santuario en la provincia de San Juan.
 
Santuario animita dedicado a la Difunta Correa, ubicado entre las ciudades de Tacuarembó y Paso de los Toros, Uruguay.
La Difunta Correa es una figura mítica de Argentina y de Chile por la que algunos argentinos y chilenos sienten devoción. Posee un santuario en la localidad de Vallecito, en la provincia argentina de San Juan, donde miles de creyentes la visitan diciendo agradecerle la promesa cumplida.

 

Historia

Se conservan diversas versiones de la leyenda, conforme la cual Deolinda Correa (o Dalinda Antonia Correa, según el nombre con el cual aparece mencionada en el relato más antiguo (Chertudi y Newbery, 1978)), fue una mujer cuyo marido, Clemente Bustos, fue reclutado forzosamente hacia 1840, durante las guerras civiles entre unitarios y federales. A su paso por la aldea de Tama, provincia de La Rioja -donde vivía la familia- la soldadesca montonera que viajaba rumbo a San Juan obligó al marido de Deolinda, contra su voluntad, a unirse a las montoneras. Esto hizo que Deolinda, angustiada por su marido y a la vez huyendo de los acosos del comisario del pueblo, decidiera ir tras él.
Deseosa de reunirse con su esposo en San Juan, tomó a su hijo lactante y siguió las huellas de la tropa por los desiertos de la provincia de San Juan llevando consigo sólo algunas provisiones de pan, charque y dos chifles de agua. Cuando se le terminó el agua de los chifles, Deolinda estrechó a su pequeño hijo junto a su pecho y se cobijó debajo de la sombra de un algarrobo. Allí murió a causa de la sed, el hambre y el agotamiento. Sin embargo, cuando los arrieros riojanos Tomás Nicolás Romero, Rosauro Ávila y Jesús Nicolás Orihuela, pasaron por el lugar al día siguiente y encontraron el cadáver de Deolinda, su hijito seguía vivo amamantándose de sus pechos, de los cuales aún fluía leche. Los arrieros, que conocían a Deolinda puesto que eran vecinos de Malazán, donde ella era muy querida por sus virtudes y buenas acciones, la enterraron en el paraje conocido hoy como Vallecito y se llevaron consigo al niño hacia La Rioja. En la primera jornada de camino, el niñito empezó a enfermarse y falleció. Los arrieros regresaron a Vallecito y lo enterraron junto a su madre.
Otras versiones difieren acerca de la suerte que habría corrido el hijo de la Difunta. Según una interpretación, habría sido criado por una familia del lugar y habría fallecido de viejo. Según otra, "no se supo de la suerte corrida por el pequeñuelo" (Viviana Apolonia del Brutto en "Símbolos y fetiches religiosos en la construcción de la identidad popular", Rubén Dri (coordinador) Tomo 2, Buenos Aires, Biblos:2007). También existen diferencias acerca del marido de Deolinda: algunas versiones indican que lo mataron las montoneras, otras, que regresó después de ocho o diez años al que fuera su hogar.
Al conocerse la historia, muchos paisanos de la zona comenzaron a peregrinar a su tumba, construyéndose con el tiempo un oratorio que paulatinamente se convirtió en un santuario. La primera capilla de adobe en el lugar fue construida por un tal Zeballos, arriero que en viaje a Chile sufrió la dispersión de su ganado. Tras encomendarse a Correa, pudo reunir de nuevo a todos los animales.
Hoy en dia mucha gente deja en el santuario de la difunta botellas con agua, pensando que "la difunta toma esa agua".

Devoción

La devoción no se trata de un culto, no existe ninguna religión "difuntacorreísta" sino una difundida devoción popular practicada principalmente por gente adherente al catolicismo de la Difunta Correa es la de una santa popular (que en la práctica es venerada por los devotos como una Santa), si bien no reconocida como tal por la institución católica. Los devotos consideran que hace milagros e intercede por los vivos. La supervivencia de su hijo, afirman sus devotos que sería el primer milagro de los que a partir de entonces se le atribuirían. A partir de la década de 1940, su santuario en Vallecito Caucete (provincia de San Juan), al principio apenas una cruz situada en lo alto de un cerrito, se convirtió en un pequeño pueblo en el que existen varias capillas (17 en 2005), repletas de ofrendas.
Las capillas han sido donadas por diversos devotos, cuyos nombres figuran en placas sobre las puertas de entrada. Una de ellas contendría los restos de Deolinda Correa. En esta capilla existe una gran escultura de la muerta con su hijo, recostada, cara al cielo con el niño en uno de sus pechos.
Los arrieros primero, y posteriormente los camioneros, son considerados los máximos difusores de la devoción hacia la Difunta Correa. Serían los responsables de haber levandado pequeños altares en rutas del país. Los altares presentan imágenes de la escultura de la muerta, en los cuales se dejan botellas de agua, con la supersticiosa creencia, por parte de los devotos, de que supuestamente podrán calmar la sed de la muerta. La devoción por Deolinda Correa se extendió al sur de Argentina (Provincias de Chubut y Santa Cruz) producto de la oleada de familias del norte atraídas por el auge de la industria petrolera.
Las visitas al Oratorio de la Difunta Correa se producen durante todo el año, pero son más frecuentes en Semana Santa, el día de las Ánimas (2 de noviembre), la Fiesta Nacional del Camionero, en Vacaciones de Invierno y para la Cabalgata de la Fe que se realiza todos los años entre abril y mayo. En las épocas de mayor afluencia puede llegarse hasta a trescientas mil personas; el promedio (año 2005) de los que peregrinan al santuario de la "Difunta Correa" en Vallecito es de 1.000.000 personas/año.
UBICACIÓN:
Sobre la ruta nacional 141 Vallecito

PROVINCIA:
San Juan Ver mapa de la provincia de San Juan

Cómo llegar:
Colectivo: Varias líneas llegan al santuario. Desde San Juan, la Empresa Vallecito va de lunes a sábado, saliendo de la terminal a las 7:30 y 16:30, domingos 8:00, 10:00 y 15:00. Desde Mendoza, la empresa El Triunfo sale los jueves, sábados y domingos a las 7:00.

¿Quien era la Difunta Correa?

La Difunta Correa Historia de la Virgen Origen de la Leyenda
 
La leyenda de la Difunta Correa pertenece al folclore del Litoral Argentino, y relata la historia de una madre que de la muerte, sigue dando vida a su hijo.

Corría 1819 cuando Deolinda Correa empezó a vivir, en un próspero rancho, con el caudillito criollo llamado Baudilio Bustos, en La Majadita, en el actual partido de Nueve de Julio.

Bustos cayó en desgracia por razones políticas, o quizá porque su atrayente china era codiciada por un juez de paz vecino: lo cierto es que se lo detuvo, dándosele por destino La Rioja para su juzgamiento y castigo.

Su mujer, María Antonia Deolinda Correa, desesperada porque su esposo iba enfermo, tomó a su hijo y siguió las huellas de la montonera.

Sintiéndose muy sola, lejos de su padre y de su marido, lo que, sumado al acoso de los hombres, la llevó a huir una madrugada junto con su hijo de meses rumbo a La Rioja.

El largo camino, la sed, el calor y el cansancio minaron sus fuerzas al punto que cayó rendida en la cima de un pequeño cerro.

En eso pasaron unos arrieros, quienes vieron animales de carroña que revoloteaban, y se acercaron al cerro donde encontraron a la madre muerta y al niño aún con vida, amamantándose de los pechos de su difunta madre. Los arrieros recogieron al niño, y dieron sepultura a la madre en las proximidades del Cementerio Vallecito, en la cuesta de la Sierra Pie de Palo.

Y es así que al conocerse la historia, comenzaron las peregrinaciones de los lugareños hasta la tumba de la que llamarían “la difunta Correa“.

El santuario está enclavado a un lado de la Ruta Número 20, que une San Juan y Córdoba, a 62 kilómetros de San Juan y a 30 de Caucete.